EL SANO EGOISMO

Muchos consideran al “egoísmo” una cualidad peyorativa.

 

Si uno no es el centro de su propia existencia, ¿qué lo es entonces?

 

¿Por qué uno debería consagrar su existencia a otra cosa que no sea él mismo?, cuando en el pasado los reyes, los líderes religiosos, los partidos políticos, los presidentes nos han fallado, nos han mentido y manipulado para usarnos como carne de cañón en sus guerras, en la consecución de sus propios intereses sin que les importemos más que las reses que envían al matadero.

 

¿Cómo puedes amar a aquello que no conoces?

 

¿Cómo podrías no conocerte a ti mismo?

 

 

Conocerse a uno mismo es un acto de amor.

 

 

El negar el egoísmo

genera estructuras:

 

Sumisas.

Obedientes.

Mezquinas.

 

Lo malo no es centrarte en ti mismo,

sentir que eres el centro de tu propio universo;

lo negativo sería pretender ser el centro del universo de los otros.

 

Lo negativo sería pedir que otro viva para ti, que muera para ti.

 

Los seres humanos somos tan frágiles, tan efímeros,

que requerimos a los otros para sobrevivir,

el fruto de su trabajo, de su intelecto;

lo intercambiamos por otros bienes y servicios producidos por nosotros,

a través de papeles, monedas o dígitos que representan un valor comercial;

o a través del simple trueque,

cada quien puede elegir su sistema.

 

Buscamos la compañía,

formamos grupos, familias, culturas;

compartimos nuestro tiempo, nuestros pensamientos, nuestras emociones;

el producto de nuestro trabajo, de nuestro intelecto.

 

En el pasado nos han pedido, nos han ordenado;

que consagremos nuestra existencia a otros;

a un Dios, a una Fe, a una Religión, a un País, a un Partido, a un Líder;

en tantas ocasiones fue sólo para manipularnos y emplearnos como herramientas,

o en el peor de los casos, como monedas de cambio.

 

Si un ser humano decide renunciar a su libertad

a cambio de seguir a otro, estoy de acuerdo,

siempre y cuando sea su decisión consciente, libre y voluntaria.

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